EXISTIR ES UN HECHO, VIVIR UN ARTE.
Una frase que condensa en una sola línea el sentimiento de toda una vida. Una frase para reflexionar. Una frase para aprender. Una frase para madurar. Una frase para no olvidar que la vida es un don que se nos otorga sin
pedirlo, pero que convertirlo en arte depende única y exclusivamente de nosotros.
Una frase, ufff que fuerte, sobre todo por el día que mi pequeña LAURA la escribió en su tuenti, exactamente el 1 de abril del 2009 a las 00:57 horas, cuando estábamos en el hospital. Ya no volvimos a salir hasta diez días después, el día 11 de abril, cuando LAURA tuvo que partir al CIELO.
¿Que sentiría LAURA en su interior? No puedo imaginarlo, porque yo estando a su lado las 24 horas al día en ningún momento imaginé que cuando estaba a esas horas con el ordenador podía estar sintiendo lo que expreso en su tuenti.
El momento del nacimiento de mí hija LAURA
supuso la máxima expresión de la alegría que
un ser humano puede transmitir.
¡Nace tanto amor!
Albergue en mi interior tanta esperanza,
tantos sueños para la felicidad
y la vida de ese diminuto ser.
La dicha y el amor que hay en el interior
de una madre no pueden
expresarse en palabras.
Como se sufre al curar los golpes
que una hija recibe a lo largo
del escabroso camino de la vida.
Pero una madre no
puede impedir el dolor
y los reveses que la vida
debe dar para que los hijos
se hagan fuertes y sabios.
La comprensión llega veloz
cuando una madre entiende
que esa hija a la que ama
y a la que llama suya,
no es su hija, sino de Dios.
Con este amor y esta sabiduría
El me presto a su hija para que
la amara, la guiara, pero nunca
para que la retuviera por
mucho tiempo.
Con amor y confianza, debemos
dejar libres a nuestros hijos
y permitir que regresen a Dios.
Cada uno debe transitar por su propio
camino de vuelta a Dios
y debe ser libre para hacer lo que
diga el corazón.
El amor de una madre es fuerte
y verdadero pero el amor de Dios
todo lo abarca.
Una madre puede equivocarse,
pero Dios nunca vacila.
El secreto de la vida es el crecimiento
y la comprensión, teniendo siempre
el valor de expresar tus creencias,
pero amando a pesar de las diferencias,
para permitir que el Cristo Interior
brille con tanta fuerza que entonces
nos damos cuenta de que
Madre, Hijo y Dios son uno.