Diario de Calcuta (jueves, 6 de enero de 2011)

Hoy, 6 de enero, decimosexto día de nuestra estancia en Kolkata, el mejor momento ha sido cuando he vuelto al hotel a las 12:00 de la mañana, Me he relajado tanto que hasta me he dormido un rato, incluso me he olvidado de comer y tomar el Malarone, en fin un desastre. Todo esto por volver a cometer el error de coger un autobús, que son tercermundistas; continuamente frenando y arrancado, con todos los asientos que se mueven porque están flojas las fijaciones, parece que se van a desarmar en mil pedazos. Me he mareado, por no hablar del dolor de espalda que tengo, indescriptible con palabras, además sin saber que puedo hacer para paliarlo, ya que me duele tanto que creo que necesito una terapia de choque…

Hoy, como todos los jueves, es el día libre de los voluntarios y he ido a visitar una leprosería: «Gandhiji Prem Nivas», de las Hermanas Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta, en Titagarh (Parganas), en Bengal Oeste, un centro donde las personas con lepra llevan una vida digna. He visto personas a las que les faltaban dedos o algún miembro, pero nada que ver con lo que a veces se representa en las películas, estos enfermos gracias a las Hermanas Misioneras y a las donaciones de ONGs están bien cuidados y viven con dignidad dentro de la dureza de su enfermedad.

La leprosería es un recinto de aproximadamente 10 kilómetros a lo largo de las vías del ferrocarril donde viven las familias de los enfermos, algo más de 1000 personas. Como tienen una escuela los niños nos han recibido cantando, todos una verdadera monada, todos sanos. En el centro realizan cierto tipo de trabajos: carpintería y tejido de las ropas de las Hermanas, las sábanas y los pañales de tela de los niños. Además también tienen su huerto, está todo muy organizado, todos los que pueden trabajan y viven en compañía de sus familias. Es una pequeña ciudad.
 
Las personas enfermas dan mucha pena, aunque en sus caras se puede ver su gratitud por nuestra visita, les da alegría vernos por allí, es un día especial para todos y nos lo demuestran a su modo: juntando las manos a la altura del pecho e inclinando la cabeza. 

Me he preguntado por lo que habrán pensado ellos de nuestra visita, ellos enfermos y nosotros sanos, solamente de visita y después cada uno nos vamos a nuestro país…, que injusta es la vida.

Cuando termine estas líneas iré en busca de mi cena, como siempre al mismo sitio (“La taberna vasca”) y la misma comida, esto empieza a ser rutinario. Intentaré comer una sopa porque tengo la garganta seca y áspera por la contaminación, como si hubiera estado tragando polvo todo el día, además hoy no he tomado casi agua por encontrarme mareada por los viajes en autobús.
Hoy me ha sucedido una cosa divertida, ya que todos o casi todos los días tengo problemas con la limpieza de mi habitación. Esta mañana he madrugado un poco menos, a las 6:30 salía por la puerta, el señor de recepción que siempre me sonríe, me ha debido ver cara de hambre y amablemente me dice que si quiero desayunar, le he dicho como he podido que el restaurante todavía estaba cerrado, pero me indica que me siente y me saca un sándwich que tenía en una fiambrera de picnic, por supuesto le he dicho que no quería. Pensando en el sándwich tocado por otras manos que no son las mías, imposible comérmelo, pero me ha dado la fiambrera con su comida para que me la llevara, un gesto muy bonito por su parte.

 
Bueno, volviendo a mi cena…, me he tomado una sopa de tomate para limpiarme un poco por dentro y suavizar mi garganta, además estaba picante. La sopa la he acompañado con una tortilla francesa muy finita, casi como un crepe, pero todo vale en momentos de escasez.

He bajado muy rápido hasta Sudder Street, no soy capaz de relajarme y mirar las pequeñas tiendas que hay en el trayecto, de hecho voy por el medio de la calle, evitando la acera. Lo que he visto es gente durmiendo en el suelo con una pequeña manta en medio de la acera y al lado una pequeña entrada a un cuartito donde había varios hombres cosiendo a máquina, aquí hacen muchas actividades en plena calle, pero la mayoría son hombres. Por ejemplo, si necesitas que te planchen la ropa, la dejas y te la planchan con unas planchas de hierro en la calle, algo muy curioso. Hay gente que lleva la ropa para que se la laven, yo esto pensando hacerlo, pero no se seré capaz de llevarla algún día, porque yo la lavo a mano en el lavabo de la habitación del hotel y con el agua de aquí queda fatal, pero es la única forma de tener todo limpio cada día para quitar toda la suciedad que coge la ropa cada día.

Lo que llevo muy mal es la costumbre que tienen los hindúes de escupir en la calle, a todas horas y sin contemplaciones, pasa y escupen sin mirar, cualquier día me cae un escupitajo encima. También la gente tiene una tos crónica, que no es de un catarro, sino de la contaminación que se mete hasta los pulmones. 

LAURA, ayer cuando estuvimos en Daya Dan una de las niñas, que por su enfermedad degenerativa no puedo calcular su edad, cuando le agarré sus manitas me llevé una gran sorpresa al ver que tenía sus uñitas pintadas de azul clarito con brillo. Siempre dentro de tanta oscuridad veo algo muy claro… 

Ahora me voy a ir a dormir porque sino voy a comerme entera la tableta de chocolate que acabo de comprar, una delicia. 
 
TE QUIERO LAURIINA, SIEMPRE CON MENSAJES DE TU EXISTENCIA.
SIEMPRE JUNTAS.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*