Diario de Calcuta (martes, 28 de diciembre de 2010)

Hoy, 28 de diciembre, séptimo día de nuestra estancia en Kolkata, me siento plena, esa es la palabra correcta, así es como me siento en este lugar tan…, no se como definirlo: mágico, impactante, caótico, colorista, espiritual…, es difícil encontrar una única palabra, muchas vienen a mi mente, todas juntas forman una amalgama de sensaciones que llegan a mi a través de mis sentidos.

Como cada mañana, he madrugado para dirigirme a la Casa de MADRE TERESA, esta mañana ha sido gracioso, me siento incluso protegida por el personal del hotel, os cuento: el empleado que está en la puerta regatea con los taxistas, les dice que 30 rupias, el taxista le contesta que 50 rupias, mientras yo que 10 céntimos mas o menos no me importan esperando a que lleguen a un acuerdo; al final 40 rupias (ni para ti ni para mi),  le digo: “yes, thank you” y en taxi hacia la Casa de MADRE.

Después de pasar unas horas en la Casa de MADRE TERESA y de regreso a Sudder Street, ha ocurrido algo especial:  me he sentido libre por estas calles de Kolkata, no he sentido miedo a nada, iba disfrutando del sol de mediodía, no me importaba la suciedad de las calles, la gente que habita en ellas con su miseria y todo lo que rodea a la pobreza y al hacinamiento. Quien me iba a decir unos días atrás que iba a ser capaz de sentirme libre y disfrutar de un paseo con el sol bañando mi tez con sus cálidos rayos.

Por primera vez no he cogido un taxi convencional, he cogido una autorickshaw: es un vehículo derivado de una motocicleta, lo que en el mundo occidental sería un motocarro para pasajeros, con una capota cubriéndolo todo y abierto por los lados para facilitar el acceso. Le he dicho al conductor que quería ir a Sudder Street, me ha dicho “OK”, señalándome que subiera atrás, me he estrujado junto con otras dos personas con las que he compartido trayecto, el viaje perfecto. Los autorickshaw tocan bocina sin parar pero en pleno congestionamiento son los más ágiles junto a las motos. Avanzar en los atascos es una cuestión de bocina, reflejos y de menor tamaño. Eso si, las medidas de seguridad las mismas que en la Edad Media, pero esto es Kolkata.

Me he sentido feliz de que al fin y por primera vez he llegado a Sudder Street disfrutando del paseo, junto con otras dos personas completamente desconocidas y sin que los taxistas me vean como una turista a la que engañar y a la que cada uno cobra las rupias que quiere por el mismo recorrido de cada día.
 
Tras este “especial viaje”, he ido directamente a “La taberna vasca” a tomarme un buen café. Este establecimiento es un oasis español en mitad de la zona de Sudder Street, metido en un rincón, en un sitio horroroso, pero saliendo de la Sudder Street es todo un paraíso, la verdad es que en el interior de “La taberna” te sientes a gusto.

LAURA , yo me dejo llevar por todas las señales que me llegan de ti, se que siempre estas con nosotros, con cada uno de nosotros y cuando te necesitamos, por eso cuando nos tienes que enviar algún mensaje siempre nos llega a través de las personas que pones en nuestro camino.

Después de tomar este buen café y tras pasar por el hotel para asearme, descansar y escribir algunas notas para mi relato de cada día, he pasado una cuantas horas en otra Kolkata. He estado con unas personas que viven en otra parte de la ciudad, en una zona más al estilo occidental y he estado comiendo con una familia maravillosa. He comido en un italiano, una lasaña, sin bebida porque me lo han puesto con hielo y aunque me han dicho que era un sitio seguro, yo muy prudente ni probarlo, prefiero quedarme un poquito más delgada que ponerme mala. Los hielos están hechos de agua y si no sabes que agua han empleado puede ser peligroso, te puede provocar problemas intestinales. Por lo demás, todo perfecto, una gente maravillosa y muy interesante. La semilla de LAURA ha quedado sembrada en sus corazones, seguro que dará su fruto.

Ha sido un día diferente, más parecido a mi vida en España, dentro de que la ciudad y las personas no tienen nada que ver, pero más parecido en los hábitos y estilo de vida al que estamos acostumbrados en el mundo occidental.

Después de pasar la tarde con una familia maravillosa, cuando me han dejado en el hotel, he cambiado mi atuendo y lo he adecuado más al uso de Sudder Street. Comotengo que cuidarme, me he puesto las zapatillas deportivas, que eran blancas y ahora tienen un color grisáceo de tanta suciedad como hay en las calles y en el ambiente, me he recogido el pelo para pasar más desapercibida, con mi pañuelo blanco me he tapado la boca y la nariz, aunque sé que así llamo más la atención, tengo que cubrirme para poder respirar sin agobiarme.

Hay muchísimos voluntarios enfermos, dicen que hay algo por Sudder Street, pero realmente es todo producto de la contaminación y las enfermedades que flotan en el ambiente. Lo que más me llama la atención es que hay voluntarios que comen la comida de los puestos callejeros, algo inimaginable para mi,  aunque no todo el mundo es tan escrupuloso o cuidadoso como yo, todo me lo que veo y huelo me produce una sensación de asco. Llevo aquí una semana y las pocas cosas que encuentro comestibles o apetecibles me empiezan a producir esta sensación de rechazo.

Como tengo que alimentarme lo mejor posible y era la hora de la cena, he salido del hotel y me he encaminado  con rapidez en dirección a “La taberna vasca”, todo un acto heroico para mi. He avanzado mucho en valentía al salir sola por estas calles, pero siempre con ojo, con  mucha precaución. Como ya he comentado en alguna ocasión aquí se camina entre los coches, motos, bicicletas, carros y animales de todo tipo, sin problema para ellos, pero no para mi. Venía una moto detrás, con dos chicos jóvenes, se han parado a mi altura y me han empezado a decir algo, puedo suponerme que, pero esa es una de las ventajas de no entender su idioma o el inglés. He seguido andando como si la cosa no fuera conmigo, sin prestarles atención, para que se cansaran y siguieran su camino, después de un ratito yendo a mi altura, se han cansado de que no les hiciera caso y han desaparecido engullidos por el tráfico incesante. He sentido un poco de nerviosismo por esta situación, pero segura porque SIEMPRE está conmigo nuestra LAURA.

Tanta odisea callejera para comer una tortilla francesa, sin pan ni nada, totalmente seca, quería pan pero…, cuando he visto al camarero manipulando el pan con las manos, he sentido que no tenía que pedir pan. Para completar la cena he tomado un café con leche y corriendo para el hotel.
  

Hoy ha sido un día agotador y me he ido a dormir con sensación de hambre, además no tenía nada que comer en la habitación. Descansar y recobrar fuerzas es fundamental porque cada mañana a las 5:00 suena el despertador y muchos días estoy hasta la hora de la comida aguantando con un té, un plátano enano y algo de bollo. Todo un lujo teniendo en cuenta la miseria que me rodea fuera de las cuatro paredes de mi habitación, en cuanto atraviesas hacia afuera las puertas de este hotel.
 
Te quiero mi pequeña LAURA, siempre juntas, hasta la eternidad, tu lo sabes y yo también.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*